sábado, 14 de agosto de 2010

Niña.

Tan chiquita naciste rodeada de príncipes azules. Soñando algún día encontrar entre risas algún tiempo que juegue al azar. Y te vuelvas después de la escuela a una cama de rosas gastadas para hacer el pan.
Tan pequeña envuelta en palabras que jamás conociste por miedo al perdón, vistiendo muñecos para inventar guiones de películas cómicas con sabor al amor.
Bailaste una historia que sólo vos te creíste y así trajiste anfitriones a tu cena de gala en el pasto del fondo de tu casa.
No creciste creyendo en amores platónicos, no niña dulce, esos amores siempre fueron verdaderos comprados en el kiosco de la vuelta.
Apenas te viste morder el anzuelo de un sueño perdido, rogaste en el suelo haciendo capricho que todos te miren para poder brillar. Espantada del quizás, olvidada del tal vez y rendida a los ojos de un caminante extraño que no podía hablar.
Tan chiquita pensaste en columpios enormes, en libros ocultos haciendo imanes que atraían a cualquier policía vigilando tus pasos para poder bailar.
No duermas más pequeña princesa, se que necesitás llorar bicicletas con cucharitas de helado golpeada en el piso por miedo al qué dirán. Sentáte, después de la novela que empieza a las cinco cubierta de arroz. Para que alguien, cuando no seas grande, te encuentre atenta y te tienda la mano para ir a jugar, y así empezar otra vez la misma historia con más experiencia pero con los mismos ojos que saben amar.

No hay comentarios: